martes, 18 de diciembre de 2007

...y pirámides

Volviendo a temas pseudo trascendentales y tratando de analizarme (¿?) un poco mejor, voy a ver si consigo sacar algo en claro echando mano de algo supuestamente más científico (¿y por ello más verídico?) que lo de los triangulitos. En este caso contaré con la Pirámide de Maslow. A ver qué sale.

En el primer peldaño de la jerarquía o pirámide de necesidades de Maslow se encuentran las necesidades fisiológicas básicas: respirar, aún en Madrid lo consigo; beber agua, 2L día, los domingos 3 por lo de la resaca; dormir, entre semana a cualquier hora; comer, como para obviarla, desde que gané la lucha contra mi metabolismo (yo no quería) no me permito saltarme una comida (irónico, con la panza que me salió); liberar desechos corporales, no me aguanto un pedo; sexual, siempre que se dejan y si no, recurriendo a la mano amiga. A éstas quizás añadiría el alcohol, pero bueno, tan básica creo que no es y aún no me siento dependiente. Bueno, sólo un poco cuando llega el finde.

A continuación están las necesidades de seguridad: física, procuro que no me peguen; de empleo, lo más cerca que he estado de realizar un empleo ha sido participar en cifras y letras; de ingresos y recursos, benditos papi y mami; moral y fisiológica, aunque quieran atentar contra ellas no les dejaré; familiar, volveré a casa por navidad, como casi cada finde; de salud, sigue sigue; contra el crimen de la propiedad personal, antes de que me roben saldría corriendo.

Después, las necesidades de aceptación social o afiliación. La amistad, el afecto y el amor. Según wikipedia se satisfacen mediante las funciones de servicios y prestaciones que incluyen actividades deportivas, culturales y recreativas. Yo las satisfago casi exclusivamente saliendo. Y si acaso cuando voy a clase y tal. Pero digamos que esta es la fase a la que sé que le presto mayor atención puesto que la carrera me la suda un poco. ¿Acaso no he logrado satisfacer estas necesidades y por ello no me surgen otro tipo de necesidades?

El siguiente y penúltimo peldaño de la pirámide son las necesidades de autoestima. El reconocimiento del trabajo personal. Sin duda esto me la trae al pairo. Aún no consigo verle la gracia al éxito y al prestigio de mi trabajo. O quizás sí lo veo pero no me compensa dedicarle el esfuerzo. O al menos no en lo que estoy haciendo; no en mi dedicación actual. He seguramente aquí mi problema. Lo pensé el otro día, estando de visita en la nueva empresa de mi hermana, de la cual es socia. De aquí a unos pocos años es probable que esté forrada y todo lo ha conseguido gracias a que ése y no otro era su objetivo: estar puteada, sí, durante unos pocos años, pero luego forrarse, retirarse pronto y disfrutar de la vida. Quizás porque nunca se ha planteado si le gusta lo que hace. O porque hizo lo que yo durante los tres primeros años de carrera pero luego se echó novio (actual marido) y ya no tenía necesidades del tercer escalón. No al menos las de amor, que al fin y al cabo y si no me quiero engañar son las que más asientan ese peldaño. Aunque ahora mismo esté más feliz que una perdiz de soltero de oro.

En definitiva, la cima de la pirámide es la autorrealización personal. Se supone que se trata de llegar a la máxima satisfacción personal, encontrando un sentido a la vida mediante el desarrollo de el potencial de uno en una actividad. Será que aún soy avocacional o que aún me encuentro entre el prota de El guardián entre el centeno y el de Martín (Hache), salvando siempre las distancias. Pero sé que sigo buscando la autorrealización mediante el Carpe Diem y no mediante la realización de una labor que me produzca primero reconocimiento, y luego satisfacción plena. Quiero saltarme un peldaño y empiezo a pensar en que mi error es éste. Pero entre el no querer y no poder evitarlo, apenas sí soy capaz de seguir dejándome llevar. ¿Sería haciendo lo que realmente debo, cuando conseguiría hacer mejor lo que quiero, consiguiendo además el éxito y la felicidad?

Una eterna pausa me delata. Sí, tiene toda la pinta de ser una pregunta retórica.

Saludos,

HJK

jueves, 13 de diciembre de 2007

Sonata Nº14 Quasi Una Fantasia Op. 27 Nº2

Yo tocaba el piano. Fui 7 años al conservatorio. Me apuntaron mis padres porque el piano estaba muerto de risa en casa desde que lo había dejado mi hermana. Y porque me chantajearon obligándome a estar al menos 4 años si quería tener un gato. Conseguí mi gato, desarrollé mi inteligencia y también sufrí bastante. Aprobaba con nota solfeo sin estudiar. Coro tampoco se me daba mal. Pero piano requería algo más. Y como yo entonces lo veía como una obligación y no como un disfrute, sufría bastante por intentar llevar las obras al día. Sufría el día que tenía clase, porque lo que es los demás... era tan vago que apenas me ponía durante la semana y así pasaba. En las audiciones también sufría mucho. Tener que tocar delante de tantas personas para un chico ultratímido como yo bufff. Lo pasaba fatal. Y si encima me confundía mucho ya era un suplicio. Sin embargo también aprobaba con nota porque el profesor era un sol y ni siquiera nos hacía examen.

Lo dejé aún siendo estudiante de secundaria y aún sintiendo que me convenía más dejar de pasar por aquellos suplicios. Ahora no es que me arrepienta, sé que hubiera hecho lo mismo mil veces en la misma situación. Pero sí lo añoro. Y me da rabia cuando me siento a tocar y apenas recuerdo las piezas. Y me da rabia cuando voy a una sala y hay un conciertillo de jazz o soul y veo al pianista haciendo virguerías. Y me da rabia porque a veces pienso que fue entonces cuando empecé a dejar de ser responsable conmigo mismo. Donde pudo empezar el cambio de lo de los triángulos.

Esta es la obra más bonita que conozco. Desgraciadamente sólo soy capaz de tocar el primer movimiento. La historia que copypasteo a continuación seguramente sea ficción añadida. Pero como tal, la adorna de puta madre.

"Cuenta la leyenda que una noche Beethoven y un amigo estaban caminando por las calles de Bon, y, al pasar por uno de los barrios más pobres, se sorprendieron de oír música, bien interpretada, proveniente de una de las casas. Beethoven, con su usual intrepidez, cruzó la calle, abrió la puerta de un empujón, e ingresó a la casa sin anunciarse. La habitación era precaria, y estaba iluminada por una débil vela. Un hombre joven se encontraba trabajando sobre un banco de zapatero en un rincón. Una joven mujer, aún casi una niña, estaba sentada a un viejo piano cuadrado. Ambos se sobresaltaron por la intromisión, pero su sorpresa no fue mayor que la de Beethoven y su amigo al enterarse que la joven era ciega.

Beethoven, un tanto confundido, se apresuró para disculparse, y explicó que había quedado tan impresionado con la calidad de ejecución de la joven, que había apresurado por averiguar quien era que estaba tocando en ese mismo momento esa noche y en ese barrio de la ciudad. Luego, preguntó amablemente a la muchacha dónde había aprendido a tocar, a lo cual ella respondió que una vez habían vivido al lado de una mujer que estudiaba música, y quien pasaba gran parte de su tiempo practicando las obras del gran Maestro, Beethoven. Ella había aprendido a tocar muchas de las piezas del Mestro tan sólo oyendo practicar a su vecina. El hermano de la joven los interrumpió en ese momento para saber quienes eran los intrusos, y que seguramente habían notado la pobre interpretación de su hermana. ¡Escucha! Dijo Beethoven, mientras caminaba hacia el piano, luego se sentó y tocó los acordes iniciales de su Sonata Claro de Luna.

Lágrimas cayeron de los ojos de la muchacha al momento en que ella reconoció la música, y luego con una voz trémula, le preguntó a él si era posible que fuera el gran Maestro en persona. “Si” respondió Beethoven; “tocaré para ti”. Luego de unos momentos, mientras tocaba una de sus composiciones más viejas, la vela parpadeó, y se apagó. La interrupción pareció romper el tren de su memoria. Beethoven se levantó, fue hacia la ventana, y la abrió, inundando la habitación con la luz de la luna. Luego de meditar unos momentos, se volvió y dijo: “Improvisaré una sonata a la luz de la luna”. Luego siguió la maravillosa composición que conocemos tan bien.

Sin embargo, para introducir un frío y desagradable aspecto a este relato tan poético, debemos saber que debido el método de escritura de Beethoven y a su hábito de retocar, revisar y pulir una y otra vez sus manuscritos, es probable que la improvisación de aquella noche fuera mucho más aburrida que el trabajo final. El primer movimiento de la sonata “Claro de Luna” es lento, majestuoso y sombrío, como un hermoso y formal jardín que yace ilusionado en la oscuridad de la noche. Luego aparece silenciosamente escabulléndose bajo la sombra del acompañamiento, una triste e infinitamente amorosa melodía, que impregna todo el movimiento, hasta que el completo significado de su espeluznante y mística belleza es revelado; incluso mientras la luna naciente gradualmente baña nuestro oscuro jardín en un esplendor plateado.

Luego de una pausa sin respiros, comienza el segundo movimiento, y nuestro jardín se llena de repente con espíritus danzantes, etéreos y delicados, como sabemos que deben ser los espíritus, pero moviéndose con un abandono de ritmo que lo lleva lejos en un remolino de placer.

Un corte repentino, otro silencio de suspenso, y comienza el tercer movimiento: como una ráfaga de viento que azota los árboles y envía a los espíritus a refugiarse a toda prisa, las notas caen apresuradamente, arremolinándose, como suele hacerlo el viento. Las nubes corren deprisa por el cielo, pero incluso ahora y entonces por entre los claros, se ve la luna cabalgando majestuosamente, inundando el tortuoso jardín con dulces y serenas melodías de luz."

Saludos,

HJK

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Más de 40 euros..!?

Al final me he visto una peli y me he ido a clase. No podía dormir. Normal, entre el pedo y que me había levantado de la "siesta" a las 23.30... Bueno, pues sin haber podido sentir la resaca pertinente ya que no he dormido nada, hay otras cosas que sí se resienten, véase mi bolsillo.

Cuando fui a salir miré la cartera y tenía 40 €. Me dije: "Bah, dejo 20, total, más de 20 no me gasto ni de coña". Reflexioné y me dije: "Bueno me los llevo, que nunca se sabe lo que me puede pasar" (¿?). Total que cuando he ido a echar mano ahora para sacar el billete del metro me he llevado una sorpresita. Los 40 habían volado. ¿Cómo era posible?

Antes procuré hacer un recuento de todo lo que me había bebido. Y sí, me dejé cosas. Hagamos recuento. Llegué y me pedí un mini de calimotxo: 5 €. Después nos pedimos un chupito de tequila que nos invitaron. Y luego pagué la otra tanda que sí nos cobraron: 3 €. A continuación un cubata: 5 €. Hasta aquí en Iron. Después al entrar a Campus le invité a mi amigo a la entrada (¿Por qué me dará por invitar a la gente cuando voy pedo?), a 5 € cada una con consumición: 10 €. Me cobraron 1 € más por el red bull. Me pedí otro igual, que fue cuando le dije aquello a la camarera: 6 €. Otro chupito, que antes me lo dejé: 2 €. Y un último cubata, éste con limón: 5 €. Pero no acaba todo ahí. Después nos pillamos en el negro una última cerveza de lata: ¿1?, ¿2 €? Que por cierto, me bebí la mía y la de la chica con la que venía, Ana Paula (Anapa, joer, pa una vez que me acuerdo del nombre...). Y por último, cuando llegaba a casa, me acerqué a la gasolinera y me pillé un sandwich y unas pringles: 4,80 €. Total: 44 €. Y el pico eran las monedillas que me había llevado de suelto. Acojonante. Como pa no ir borracho. Soy lo peor. Menos mal que no fumo que si no... Y a ver con qué coños salgo hoy.

Me voy a dormir que ya me toca. Vaya telita... A este paso me pasa como al replicante de Blade Runner: "La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo, y tu has brillado mucho, Roy". No se si estaré brillando mucho, pero sí muy rápido.

Saludos,

HJK

Me gustan tus bragas

Llego ahora. Martes (jueves según mi amigo, por lo del puente) a las 6.30 a.m. Estoy bastante pedo. Teniendo en cuenta que he bebido un mini de calimotxo, dos chupitos de tequila y un cubata en el Iron; y otros tres cubatas de vodka+red bull (o + que sucedáneo) en el Campus... pues eso que llevo. Hoy al menos me he vuelto en metro (normalmente cuando salgo por Metropolitano me vuelvo andando y tardo unos tres cuartos de hora) y he pasado la mayor parte de la noche en Campus (de Cábala que se llama ahora, un puto antro vamos).

He estado a gusto hasta que he ido a pedir, me han pedido otro euro por el red bull, y me han dado un puto sucedáneo más garrafón. Mi amigo al rato se ha ido porque no le convencía el ambiente, y me he quedado "solo" en el garito. Me he ido a la barra, a pedir otro cubata, y al menos me he llevado su sonrisa, su simpatía y un buen cubata (afortunadamente tenía Stolichnaya). Iba en plan alternativilla y le he dicho que me gustaban sus bragas, pero creo que no me ha oído. Toda una ironía, cuando yo he promovido, a base de "asociación" y charlas, el tanga como forma de vida.

En estas me encontraba cuando he visto que un amigo de mi amigo que iba más que pedo, le entraba a todo lo que tenía a tiro, vamos, que iba directo a sobar y comer orejas. Total que a lo tonto me he medio acoplado al grupito, osea, con las tías, y hemos estado "intimando". Al final mi "conocido" se ha comido (y quién sabe si algo más -sí, a saber cuánto llevaba ella sin follar-) a una que estaba empeñada en que me conocía de algo; y yo he acabado con la amiga y con otro acople que por lo visto la conocía de antes. Nos hemos ido al metro y al final cada uno por su lado (él primero, yo después con ella) y santas pascuas. ¿Por qué siempre se me olvida pedir el nº y/o e-mail? Una pena, pero seguramente tenía que ser así.

Saludos,

HJK

domingo, 2 de diciembre de 2007

De triángulos...

Me he desvelado. Para variar. Y me he acordado de un vídeo que me pusieron en tercero o cuarto de primaria. Posiblemente en la clase de ética. Se llamaba "El triángulo equilátero". Tenía su musiquita y todo. Trataba de que el ser humano había de desarrollarse, principalmente, en tres facetas de la vida: la inteligencia, la salud y las relaciones sociales. Cada lado del triángulo representaba una de ellas, las cuales se debían desarrollar equitativamente para poder mantener el equilibrio, poniendo ejemplos muy básicos y estereotipados de lo que ocurría cuando el triángulo se convertía en escaleno o isósceles. De esta forma se mostraba a chic@s que desarrollaban mucho una de las facetas en detrimento de otra o las otras dos: el que desarrollaba la inteligencia era el típico empollón (con gafas y todo) que no tenía amigos, el que se preocupaba por su cuerpo era el típico forzudo tonto, el ligón de turno, el gordo de la clase...
Un "ejemplo" echo a base de Paint (qué manera de deslucir (¿?) el blog) del triángulo como debiera ser.


Echando la vista atrás y con el triángulo como referencia resulta curioso ver cómo he ido cambiando, en función sobre todo de mis prioridades, a lo largo de los años. Hasta que cumplí los 16 era el chico modelo en cuanto a los estudios. Siempre llevaba sobresalientes a casa y lo cierto es que era trabajador y responsable a partes iguales. Hacía lo mínimo que tenía que hacer para por lo menos sacar un 9. Ahora sin embargo no doy un palo al agua. Me los toco a dos manos y en ocasiones ni siquiera hago lo necesario para alcanzar un mísero 5. Mi físico era relativamente normal. Digo relativamente porque siempre he sido muy delgadillo. La verdad es que era un poco comisqui pero también sucede que hasta casi esa edad me pasaba el día jugando al fútbol. Ahora no hago absolutamente nada de deporte y, sin haber dejado de estar delgado, me ha salido una protuberancia al altura del vientre de tamaño más que considerable. De la felicidad la llaman... jas! Y en lo de las relaciones sociales... lo cierto es que siempre he sido bastante tímido. Nunca tuve muchas novias principalmente por esto. Aunque no he dejado de tener amigos, soy un poco cerrado; en cierto modo le cogí cariño a la melancolía. Ahora de las cosas que más me llenan es pensar en lo poco que queda para el finde para salir con los amigos, pillarme un pedo y disfrutar. Y aparte de por lo obvio, algo más sí que follo. Vamos que si trasladamos lo de la inteligencia a lo académico, lo de la salud al físico, y lo de las relaciones al salir y/o tener novia; que era básicamente por lo que iba lo del triángulo (no es que haya dejado de ser más listo o más tonto sino que se intentaba esconder bajo nombres más livianos algo que luego quedaba en evidencia al ver los estereotipos) digamos que este podría ser un símil del antes y el después.

Echa patente mi capacidad nula para dibujar y para el buen gusto, me voy a clase (por segundo o tercer lunes en lo que llevamos de curso). Prometo continuar con el análisis, algo más concienzudo, de esta entrada.

Saludos,

HJK